En el año 1758, la ciencia hizo un gran hallazgo para la humanidad y logró demostrar que las supersticiones no eran más que creencias sin ningún fundamento. Con esto logró acabar con una superstición que venía acompañando a la humanidad desde tiempos inmemoriales.
Es sabido que, hace muchos siglos atrás, las civilizaciones recurrían al cielo nocturno porque, para ellos, este les servía como un calendario. De tal manera, nuestros antepasados lograron entender a partir de la observación el «comportamiento» de las estrellas, y con ello pudieron saber cuándo llegaría el invierno y el verano.
Para las civilizaciones antiguas, la interpretación del universo era una cuestión de vida o muerte. Por lo tanto, cuando aparecía en el cielo algún cuerpo celeste como un cometa, este era asociado con la llegada de algo calamitoso como un castigo divino.
Por miles de años, las culturas tanto de occidente como de oriente culparon a algún cuerpo astronómico de enfermedades, guerras y hambruna.
La Gran Plaga de la Peste fue culpa de un cometa
Esta superstición acompañó por siglos a la humanidad, tanto que en el año 1665, en Inglaterra, sus ciudadanos culparon a un cometa como causante de la gran plaga, solamente porque este cuerpo se pudo observar durante semanas en el cielo Europeo.
Ningún ciudadano común fue capaz de imaginar que aquella plaga no se debía a algún castigo divino, sino a una bacteria llamada Yersinia pestis, que la transmitían las ratas y la cual se extendió a causa de la poca higiene que en aquellos tiempos existía.
Para aquellos ciudadanos fue más fácil imaginar que el cometa les había llevado semejante plaga.
Un cronista de aquel tiempo, Samuel Peys, escribió en su diario todas los desgracias que aquella enfermedad causó:
“[…] esta tarde vi dos o tres casas marcadas con una cruz roja y con las palabras «Que Dios se apiade de nosotros» en sus puertas” […] hace 3 o 4 días vi un cadáver en un ataúd en la calle sin enterrar… la peste nos está volviendo crueles»
Esto es un fragmento de lo que él escribió, en donde se puede leer la angustia que las personas estaban viviendo en su día a día.
Edmund Halley y el cometa
Pero no todo el mundo le temía al cometa, hubo un niño llamado Edmund Halley que sintió curiosidad por aquel objeto brillante en el firmamento.
Esta curiosidad llevó al niño a convertirse en científico y, en su afán por conocer el comportamiento de las estrellas, llegó a viajar hasta la Isla de Santa Elena con el fin de poder observarlas mejor y estudiarlas.
A pesar de que las condiciones meteorológicas no estuvieron a su favor, ello no fue un impedimento para que escribiera su famoso libro Catalogus Stellarum Australium, en el cual menciona a 341 estrellas del hemisferio sur.
En su regreso a Londres, persuadió a su amigo Isaac Newton para que publicase una de las obras más importantes de la ciencia: Principia Matematica. Donde recoge las leyes del movimiento de los planetas y su gravedad.
Aquella majestuosa obra describe la fuerza gravitatoria del Sol para mantener a los planetas anclados, ya que las órbitas son elípticas y hacen que los planetas giren más veloz cuanto más próximo a su estrella se encuentren.
A pesar de que esta obra explicaba muy bien el movimiento de los planetas, años más tarde, Albert Einsten descubrió que esto no era así. Para Einstein, la materia cambia las propiedades geométricas a su alrededor, un planeta no siente ninguna fuerza, sino que da vueltas alrededor del Sol porque el espacio está curvado.
Mientras tanto, Halley aún tenía una duda por resolver: descifrar el misterio de los cometas, puesto que desde niño le había causado asombro aquel objeto brillante.
Para ello, acudió a observaciones que se habían registrado entre los años 1472 y 1698, y también utilizó las teorías de Newton. Con todo ello, percibió que los cometas dibujaban inmensas órbitas en torno al Sol.
Así que los avistamientos de 1531, 1607 y 1682 era un único objeto que volvería a visualizarse en 1758.
Por lo tanto, en aquel año el cometa volvió a aparecerse tal y como Halley lo había predicho.
Desafortunadamente, Halley había fallecido en 1742, por lo que nunca pudo observar su descubrimiento.
El principio del fin de la creencia en supersticiones
Ese hecho en la historia marcó un antes y después en la creencia de supersticiones, y se puso fin a un gran periodo de creencias sin fundamento.
La última vez que el Cometa Halley pasó cerca de la Tierra fue en 1986. Su visita fue aprovechada por la Agencia Espacial Europea para realizar una misión llamada Giotto, en honor al pintor italiano Giotto di Bondone, quien en siglo XIV había pintado al cometa sin saber lo que realmente era, en su obra El Nacimiento de Jesús.
La sonda enviada fue capaz de atravesar la cola del cometa y ubicarse a unos 500 km de su núcleo.
Aquello fue un gran logro para la ciencia, puesto que ayudó a reforzar la idea de que la vida en nuestro planeta vino del espacio, y estos cuerpos celestes trajeron los componentes necesarios para la vida, como el agua.
El Cometa Halley volverá a verse en nuestro cielo en el año 2061.
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