La Liberación Femenina a través de la Historia (2ª Parte)

Continuando con la segunda parte de este extenso artículo, conoceremos la historia de la mujer desde la Edad Media hasta la Revolución Industrial. Si todavía no has leído la primera parte, puedes hacerlo aquí: La Liberación Femenina a través de la Historia (1ª Parte).

La Mujer en la Edad Media

La Edad Media fue un largo periodo de diez siglos de duración en los que la sociedad occidental ha ido sufriendo importantes cambios en cuestión de derechos.

En cuanto al rol de la mujer, en la Edad Media tampoco fue mejor que en las culturas pasadas; la mujer seguía siendo objeto de su marido y este podía ejercer todo su poder sobre ella si esta se revelaba.

Por no decir que las mujeres que eran siervas o esclavas no tenían derecho a casarse.

En la alta burguesía, las mujeres tenían mejor suerte ya que aprendían a leer y escribir, además de ser adoctrinadas en el cristianismo. En la Iglesia cobra vital importancia la imagen de las Santas y las monjas.

En el campo, las mujeres eran menos favorecidas. Su educación era precaria y su trabajo era arduo, ya que no solo se ocupaban de las labores domésticas, sino también trabajos de campo como agricultura y ganadería.

La Mujer en la Edad Moderna

Christine de Pizan
Christine de Pizan

A modo de adelanto, durante este periodo el rol de la mujer tampoco cambia mucho. Prácticamente continúa siendo el mismo que tenía en la Edad Media.

Autores como Fray Luis de León, en su libro La Perfecta Casada, alentaba a la mujer a solo leer ciertos libros, entre ellos, La Biblia. También, en su obra, el autor desalentaba a las mujeres a leer cualquier otro tipo de literatura porque creía que esta podía llevarla por el mal camino.

La práctica religiosa era una manera de tener vida social debido a que tenían pocas posibilidades de salir a la calle, y con la realización de estas prácticas las mujeres encontraban un escape a su vida rutinaria.

Sin embargo, no todas las mujeres estaban conformes con su situación, y he aquí donde resalta la figura de Christine de Pizan.

Christine nació en Venecia, pero era parte de la corte francesa. Por ende, fue educada como una princesa recibiendo educación privilegiada.

En el año de 1405 publica su obra llamada La Ciudad de las Damas, donde aborda temas muy controversiales para la época, tales como la supuesta inferioridad física de la mujer, la justificación de la violación, el impedimento de participación política en la ciudad por parte de las mujeres, y los matrimonios impuestos, entre otros.

Por su lado, Sir William Petty, un economista, filósofo y científico inglés, también apoyaba que la mujer debía ser alfabetizada, llegando a declarar lo siguiente:

Algún día la aritmética y conocimiento de contabilidad adornarán a las muchachas mejor que un vestido de encaje y las protegerán del frío mejor que los abrigos de pieles.

De este modo, apoyaba que la mujer debía tener derecho a recibir una educación igualitaria, haciendo ver que el conocimiento sería incluso la mejor arma de seducción de una mujer.

La Mujer en la Edad Contemporánea

El papel de la mujer al comienzo de la Edad Contemporánea es clave. Este es el periodo que nace a partir de la Revolución Francesa y se posterga hasta la actualidad.

La Revolución francesa fue un proceso revolucionario, social y político, ocurrido entre 1789 y 1799. Esta revolución trajo consigo un periodo de grandes cambios en los que se instaura la primera república al abolirse la monarquía. Atrás quedaba la economía basada en el feudalismo y se implantaba así el capitalismo.

Se sabe que la mujer tuvo gran participación durante esta revolución, ya que miles de mujeres, hartas de la escasez y de los altos precios, decidieron tomar las calles de Paris entre los días 5 y 6 de octubre de 1789, protestando por las injusticias que sufrían y liderando una marcha histórica que las condujo hasta el Palacio de Versalles.

Cabe resaltar que en este periodo la mujer seguía siendo considerada inferior al hombre y su único propósito era concebir.

Los derechos políticos de las mujeres eran inexistentes, por tal motivo reclamaban igualdad para ser tratadas como ciudadanas.

También entre sus reclamos estaba el derecho al divorcio y a recibir una educación completa y adecuada.

Nicolás de Condorcet

Las mujeres encontraron en la figura de Nicolás de Condorcet a un aliado contra su lucha. Este personaje fue un filósofo, científico, matemático, político y politólogo francés quién apoyaría la causa feminista y lucharía para que la mujer sea considerada ciudadana.

En 1790 publicó Sobre la Admisión de las Mujeres en el Derecho de Ciudadanía, del cual podemos extraer fragmentos como los siguientes:

«¿No han violado todos los hombres el principio de igualdad de derechos al privar, con tanta irreflexión, a la mitad del género humano de concurrir a la formación de leyes, es decir, excluyendo a las mujeres del derecho de ciudadanía?

¿Puede existir una prueba más evidente del poder que crea el hábito incluso cerca de los hombres eruditos, que el de invocar el principio de la igualdad de derechos (…) y olvidarlo con respecto a doce millones de mujeres?»

Condorcet reclamaba que se hablaba de igualdad pero se excluía a la mujer como ciudadana dejándola en segundo plano otra vez. De nada había servido todo el esfuerzo de la lucha de las mujeres contra el sistema durante los días 5 y 6 de octubre.

Por su lado, los revolucionarios franceses estaban dispuestos a agradecerles pero no a reconocerlas como ciudadanas.

Aquello era algo muy contradictorio, puesto que pregonaban libertad e igualdad, pero sin embargo esa libertad no era para la mujer sino seguía siendo un privilegio para el hombre.

Mujeres que cambiaron un sistema gracias a su iniciativa seguían siendo vistas como algo insignificante.

Olympe de Gouges

Olympe de Gouges
Olympe de Gouges

Otra figura muy importante fue la de Olympe de Gouges, a quien mencioné en la primera parte de este artículo.

Esta mujer fue una gran precursora de este movimiento, llegando a enfrentarse a figuras como Robespierre, criticando durante su política, considerándola como riesgo de dictadura.

Olympe de Gouges no sólo defendía los derechos de la mujer, sino también la abolición de la esclavitud.

En 1785 presentó en el teatro la Comédie-Française, una obra cuyo contenido era la crítica a la esclavitud, hecho por el cual fue encarcelada en la Bastilla, pero fue liberada al poco tiempo por la influencia de sus amistades. En 1789 denunció el matrimonio de las niñas.

Ella exigía la igualdad de derechos de todos los ciudadanos independientemente de su sexo, color de piel o ingresos.

Otra de sus fuertes exigencias era el derecho al divorcio, privilegio que sólo pertenecía al hombre.

Asimismo, denunció la pena de muerte.

En 1791, la Asamblea Constituyente aprobó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Con esta ley, la mujer volvía a quedar otra vez en el olvido porque ninguno de estos artículos la beneficiaba, y seguía siendo vista como algo insignificante y objeto de su marido.

La declaración también limitaba el derecho al voto a varones menores de 25 años, y solamente podían votar aquellos que eran mayores de 25 y que pagaran una contribución superior al valor de tres jornales.

Prácticamente, los varones menores de 25 años, las mujeres y las personas sin residencia fija no tenían participación en la vida pública.

Al sentirse indignada por aquella declaración, de Gouges optó por escribir su propia declaración, titulándola Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, y cuyo encabezado empezaba así:

«Hombre, ¿eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta.»

Su texto es uno de los primeros que proponen la emancipación femenina en sentido de igualdad de derechos, además de la equiparación jurídica y legal.

En junio de 1973, sacaron de escena política al grupo moderado y federalista denominado Girondinos, grupo del cual ella era partidaria.

Este hecho hizo que en agosto del mismo año fuera arrestada, acusada de ser la autora de un panfleto a favor de ellos.

Ya en prisión, fue herida, padeciendo serias infecciones. Aún así siguió luchando, y desde la cárcel reclamó ser juzgada para poder defenderse de las acusaciones y evitar al Tribunal Revolucionario.

Sin embargo, el 2 de noviembre, tras 48 horas de haber sido ejecutados sus amigos girondinos, Olympe de Gouges fue llevada ante el Tribunal Revolucionario para ser juzgada, sin tener derecho a un abogado. El tribunal la sentenció a muerte por haber defendido un Estado federado.

El 3 de noviembre de 1793 fue ejecutada en la guillotina.

Mientras, en Gran Bretaña se producía el movimiento sufragista, liderado por Mary Wollstonecraft, quién en 1792 publicó su obra titulada A Vindication of the Rights of Woman, donde consideraba que:

«Ambos sexos deberían educarse juntos, no sólo en las familias privadas sino también en las escuelas públicas […] especialmente porque el matrimonio es la base de la sociedad.» […] (pedía que las mujeres) «se convirtieran en ciudadanas ilustradas, libres y capaces de ganar su propia subsistencia, e independientes de los hombres

La Mujer durante la Revolución Industrial

El Manifiesto de Seneca Falls
La Declaración de Seneca Falls

La llegada de la Revolución Industrial trajo consigo muchos cambios sociales. Supuso una nueva era de modernidad y desarrollo económico.

No obstante, esa modernidad trajo consigo un retroceso para la economía de la mujer, ya que ellas se encargaban de la producción artesanal en las viviendas y con ello contribuían a los ingresos económicos de su hogar.

Había fábricas que contrataban a mujeres, pero para que una mujer trabajase ahí esta debía cumplir con ciertos requisitos como el de ser soltera. Además, su salario era precario con respecto al del hombre.

El trabajo femenino se consideraba como una desviación de sus obligaciones, por lo que al casarse una mujer, o al tener su primer hijo, dejaba su trabajo porque no existían permisos por maternidad ni tampoco por enfermedad.

Durante este siglo XIX es cuando nacen los primeros movimientos de liberación femenina.

En 1848 se produjo en EE.UU. el primer documento colectivo en defensa de los derechos de la mujer, la Declaración de Seneca Falls, cuyo documento estaba firmado por sesenta y ocho mujeres y treinta y dos hombres lideradas por Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott.

En dicho documento se reclamaban los derechos civiles de una mujer tales como el derecho al voto, a poseer propiedades, a dedicarse al comercio, y a tener su propia cuenta bancaria, entre otros.

El 19 de julio de 1848, en el Estado de Nueva York, este documento fue aprobado.

En Gran Bretaña, la figura de John Stuart Mill cobra vital importancia para la mujer debido a que este defendía su derecho al voto.

En 1865 fue electo al parlamento de dicho país, desde donde hizo una campaña para incluir el sufragio femenino, pero fue derrotado. El parlamento era exclusivamente de hombres.

Sus demandas no fueron escuchadas en el Parlamento Británico, pero sí en la sociedad.

En 1869 publicó un libro titulado La Esclavitud Femenina, donde denunciaba las desigualdades legislativas y sociales de la mujer, y planteaba que tanto la mujer como el hombre debían tener los mismos derechos.

Dicho libro se publicó en varios países, fomentando la expansión del movimiento sufragista.

Y es así como las primeras defensas por los derechos de las mujeres avanzaron por la obtención del sufragio femenino.

En la tercera parte veremos cómo fue la lucha de la mujer en el siglo XX, llegando finalmente hasta nuestros días.

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