La soja (o soya, como se le conoce en algunos países), de nombre científico Glycine max, es una planta de la familia Fabaceae o familia de las leguminosas.
Esta legumbre tiene su origen en China, donde su cultivo se originó hace unos 6.000 años. A partir de ahí, se extendió por toda Asia.
Hasta inicios del siglo XX, su consumo sólo se daba en países orientales. Esta planta llegó a occidente con los estudios George Carver, quién apreció esta planta como muy apta para el consumo humano. Pero también planteó que con el derivado de soja se podría producir plástico y combustibles.
La gran acogida que tuvo la soja en occidente fue debido a que llegó en un tiempo en el que se estaba teniendo fobia por la grasa, y la soya se perfilaba como el alimento saludable que conseguía mantener la salud entre los asiáticos.
Pero lo que los estudios hablaban era de una «asociación», no de una causa, ya que el mantenerse delgado va desde la genética hasta el estilo de vida.
Actualmente, consumir esta legumbre es mejor hacerlo en su forma natural, puesto que no contiene sodio, azúcar, grasas ni conservantes.
No es lo mismo si se consumen alimentos que han sido elaborados a partir de la soya, imitando a la carne, yogurts, o polvos de proteínas, entre otros. Al consumirse este tipo de alimentos, las proteínas que contienen están aisladas y no se consigue absorber nutrientes, teniendo por tanto poca densidad nutricional.
Impacto de la soja en el medio ambiente
A pesar de ser una legumbre que contiene buenas proteínas para el cuerpo humano, la soja ha causado (o está causando) un gran impacto medioambiental.
A partir del año 1970 es cuando se empieza con el cultivo masivo de esta legumbre en territorios de Estados Unidos, Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay. Y así, en los 90 se llegó a tener un auge extremo.
El cultivo de soja ha hecho que se reduzcan los cultivos de trigo, maíz, etc., e incluso las áreas forestales se han visto amenazadas.
El cultivo de este vegetal no sólo va destinado al sustento humano, sino también al sustento del ganado y a la producción de biodiesel. De ahí que su cultivo se haya vuelto masivo.
Y con todo ello se ha generado ya un gran impacto en el medio ambiente, como la deforestación, devastando los suelos y contaminando toda fuente de agua. Con esto desaparece la biodiversidad, se explota el patrimonio natural y se elimina la agricultura familiar, aquella que era sostenible.
El mundo hace la vista gorda ante las plantaciones masivas de soja
En Europa, la crianza industrial de los animales ha crecido enormemente, dejando de lado las granjas tradicionales. Los animales están siendo alimentados en estrechos compartimientos con pienso obtenido de las plantaciones masivas de soja.
Es por eso que la Unión Europea recibe cada año alrededor de 34 millones de toneladas de soja, y su uso principal está destinado a la alimentación de ganado.
Toda esta soja proviene de Sudamérica, en donde se han destinado 15 millones de hectáreas al cultivo de este vegetal.
De acuerdo con Greenpeace, en Argentina, en el año 2018, se deforestaron 112.766 hectáreas en cuatro provincias, de las cuales 40.965 se hicieron en zonas donde la explotación agrícola estaba prohibida.
A causa de esto, muchos campesinos y pueblos indígenas (de estos países productores) han perdido sus cultivos y con ello su fuente de ingresos.
Por otro lado, las empresas europeas que adquieren la soja proveniente de Sudamérica, no cuentan con una garantía que asegure que la soja que han adquirido no provenga de la deforestación.
Mighty Earth es una organización internacional involucrada en proteger el medioambiente y la biodiversidad. Esta organización aseguró que multinacionales como Cargill y Bunge aparentan no saber que la compra de soja proveniente de Argentina y Paraguay está vinculada con la deforestación masiva.
En 2018, The Guardian publicó un artículo donde denunciaba que el bosque argentino del Gran Charco (una región con grandes zonas boscosas) viene siendo arrasado por el cultivo masivo de soja, la cual es exportada en grandes cantidades a Europa.
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